DÍA MUNDIAL DE LA FILOSOFÍA
viernes, 8 de febrero de 2013
LA FILOSOFÍA DE S. AGUSTÍN
DÍA MUNDIAL DE
LA FILOSOFÍA
1.
Presentación
Aunque parezca sorprendente, el año 2005 la Conferencia General
de la UNESCO en su Resolución 33C/45 proclamó el Día Mundial de la Filosofía, para ser celebrado cada año en el
tercer jueves del mes de noviembre. El objetivo de esta celebración es crear
espacios libres y accesibles a la reflexión filosófica invitando a todos los pueblos a compartir su herencia
filosófica, a abrir sus mentes a nuevas ideas y crear un clima adecuado para un
debate público reflexivo y civilizado entre los intelectuales con vistas a
encontrar las soluciones más razonables y humanas a los grandes problemas que
hemos de afrontar en el mundo moderno. Como decía la Directora General de la
UNESCO, Irina Bokova en noviembre del 2011, “la práctica de la filosofía es una
dinámica que beneficia a toda la sociedad. Ayuda a tender puentes entre los
pueblos y las culturas y refuerza la exigencia de una educación de calidad para
todos. Y añadía: “Movilicémonos para explotar este formidable potencial
transformador que encierra la filosofía». El pensamiento de S. Agustín, por
ejemplo, constituyó un hito histórico para la civilización occidental desde el
siglo IV hasta nuestros días y por ello me ha parecido oportuno recordarlo como
contribución a la celebración mencionada propuesta con gran acierto por la
UNESCO. ¿Cómo afrontó S. Agustín
intelectualmente los problemas de su vida personal y social aplicando la
facultad humana de la razón? He respondido ampliamente a esta cuestión con el libro titulado Filosofía
de S. Agustín, Madrid 2012. Por ello, ¿Cómo afrontó la forma intelectual en
que S. Agustín afrontó los problemas de su vida personal y social aplicando la
facultad humana de la razón? En presente
blog me limito a recordar algo de lo que en dicha obra dejé escrito al
respecto.
La
filosofía, decía Cicerón (106-43) en el libro V de las cuestiones tusculanas,
se ocupa de la virtud que hace felices a los hombres. Este fue el motivo
principal que impulsó a los primeros filósofos a dedicarse a su estudio, lo
cual les llevó a posponer todas las cosas humanas para consagrarse enteramente
a buscar la mejor forma de vivir felices en medio de los grandes infortunios y
dificultades de la vida. Según él, en este asunto tan importante se había
cometido sistemáticamente un error grande detectado por la reflexión
filosófica, consistente en haber condenado la naturaleza en lugar de condenar
nuestros errores humanos. Y, a renglón seguido, el ilustre político y humanista
romano escribió a favor de la filosofía como la mejor terapia contra los
errores y vicios humanos que degradan nuestra dignidad, palabras como estas:
“Pero contra esta culpa y contra los demás vicios y pecados nuestros hemos de
buscar en la filosofía segura curación. Y habiéndonos llevado al seno de la
filosofía desde los primeros años de nuestra juventud nuestra voluntad y
afición, a ese mismo puerto de donde yo antes había salido, me refugio ahora,
aquejado por esta grave tempestad. ¡Oh filosofía, señora de la vida! ¡Oh
filosofía, indagadora de la virtud y ahuyentadora de los vicios! ¿Qué
hubiéramos podido conseguir sin ti nosotros y aún el género humano?”.
Seguidamente hace un elogio de la filosofía como si esta hubiera sido el motor
del progreso humano y social en la antigüedad. Según Cicerón, la filosofía nos
trajo la serenidad de la vida y desterró los terrores de la muerte. Pero se
lamenta de que, a pesar de todo, “mucho les falta a los hombres para reconocer
todos los servicios que deben a la filosofía, la cual, despreciada por los más,
es vituperada por otros muchos” desconociendo que “fueron filósofos los que por
primera vez civilizaron la vida humana”.
En
mi obra El uso de la razón (Madrid
2008) hablé de los avatares de la filosofía hasta nuestros días en que los
auténticos filósofos no gozan prácticamente del reconocimiento social que
merecen y el mero hecho de reflexionar sobre los grandes problemas de la vida
es visto como una actividad improductiva y molesta. Pero cada ser humano es un
problema vital y la vida en sociedad resulta más problemática aún cuando los
genuinos filósofos son desplazados de la palestra pública por los ideólogos de
turno al servicio de los regímenes políticos y de las instituciones
financieras. A pesar de esta dificultad, con pocos minutos de reflexión y dos
dedos de frente pronto nos damos cuenta de que tal situación es inadmisible y
que la reflexión filosófica es connatural a la vida humana en la búsqueda
azarosa de respuestas a los grandes problemas de la vida personal y social. Por
ello me parece muy acertada la decisión de la UNESCO al declarar el Día Mundial de la Filosofía. Es verdad
que tal decisión apenas ha tenido eco en los medios de comunicación y en las
instituciones universitarias, pero es una llamada de atención importante para
que no nos olvidemos de usar la razón más y mejor que los ideólogos, los cuales
usan y abusan despóticamente de las ideas al servicio de intereses ajenos a las
grandes verdades sobre el sentido de la vida. En este contexto el pensamiento
agustiniano reviste un interés particular por su carácter sincero y
testimonial. Por ello me ha parecido oportuno divulgarlo como una forma de
contribuir al deseo de la UNESCO de honrar a quienes dedican lo mejor de su
tiempo a la reflexión filosófica buscando respuestas a los problemas perennes
de la existencia humana.
La
presente obra Filosofía de S. Agustín, publicada por la Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC) es una síntesis de
textos producidos originalmente para conferencias y artículos monográficos publicados
a lo largo de varias décadas. Son fruto de la investigación directa sobre las
fuentes y que es presentado aquí de una manera breve, sistemática y asequible
teniendo en cuenta que no se puede forzar el rigor lógico allí donde el
pensamiento brota casi espontáneamente de la vida personal de S. Agustín y sus
circunstancias socio-ambientales. De hecho, los elementos filosóficos en los
escritos de S. Agustín se encuentran en la mayoría de los casos mezclados con
planteamientos bíblicos y teológicos ajenos a la filosofía propiamente dicha.
Por otra parte, la reflexión filosófica del Hiponense brota de su vida personal
como el agua de la fuente. Es un caso en el que la comprensión de las ideas
requiere el conocimiento previo de la persona que reflexiona. Sus ideas y su
vida forman un todo íntimamente trabado. Casi siempre los planteamientos
filosóficos son reflejo de sus problemas personales en los que los hombres de
todos los tiempos pueden verse fácilmente reflejados. De ahí el interés que
suscita siempre la lectura de los escritos agustinianos. Este hecho justifica
el orden de las cuestiones tomando como punto de partida la descripción sumaria
de la vida y personalidad del propio S. Agustín.
En
la obra hay un ritmo ascendente hasta el capítulo tercero, en el que Dios se
revela en lo más íntimo del alma agustiniana. Desde esta experiencia básica de
encuentro con Dios vemos después cómo el Hiponense valora la filosofía griega y
romana y plantea algunos problemas fundamentales sobre el hombre, el ser y la vida
humana tanto en su versión masculina como femenina. El lector es puesto en
contacto directo con los textos básicos agustinianos referentes a las
cuestiones tratadas, traducidos todos ellos al español. En la presentación del
trabajo he optado por un estilo intermedio entre la investigación pura y el
mero ensayo aprovechando las ventajas de ambos métodos expositivos. Al final he
destacado algunas cuestiones de gran actualidad, intuidas por el Hiponense en
el contexto de la reflexión filosófica aplicada a la ética, la bioética y a la
justicia social.
2. Reflexiones sobre el pensamiento filosófico de S.
Agustín
S. Agustín fue un converso de la filosofía y hay en sus escritos
elementos filosóficos suficientes para construir un sistema filosófico con características
muy peculiares. La
idea nuclear en torno a la cual el Hiponense organiza racionalmente sus
convicciones gira en torno a cuestiones relacionadas con Dios y el alma humana.
Este fue el punto de partida de sus especulaciones filosóficas y el de
referencia mental para jerarquizar sus grandes convicciones. El objeto
principal del filosofar agustiniano es la verdad-sabiduría,
cuya plenitud se encuentra en Cristo como La
imagen del Dios viviente, del que el hombre es simplemente imagen. Ahí
radica toda la grandeza y dignidad de los seres humanos. El método agustiniano
es eminentemente interiorista e
introspectivo. El hombre por dentro
constituye la materia primordial de sus investigaciones. Este interiorismo agustiniano implica,
además, la afirmación radical de la vida como el soporte existencial de la
posibilidad metafísica de una certeza radical abierta a la trascendencia. Este método choca
actualmente con los métodos científicos más avanzados, tanto en las
investigaciones antropológicas como cosmológicas. Pero aplicado con prudencia y
realismo sigue siendo una estrategia cognoscitiva válida en el contexto de la
reflexión filosófica.
A la preocupación sobre Dios
y el alma se añade en S. Agustín la idea de creación. Nos hallamos ante una
metafísica creacionista que desborda por completo a la filosofía griega y a su
concepción cíclica de la naturaleza. De ahí que no disimulara su simpatía por el neoplatonismo con las cautelas impuestas
por el sentido común y la visión cristiana de la vida. Pero no fue un platónico sin
más. Lo fue sólo en la medida en que se sirvió del esquema mental neoplatónico, que le pareció pedagógicamente útil por su apertura a la
transcendencia. El mensaje filosófico
agustiniano final es fundamentalmente bíblico. Nos hallamos ante una
filosofía teológico-bíblica envuelta en un esquema mental neoplatónico. La metafísica de la filosofía agustiniana es la religión
y la esencia de toda religión es Cristo. S. Agustín puso a pleno rendimiento su capacidad reflexiva desde
su encuentro personal con Dios. Su
filosofar se apoya en su experiencia
interior con Dios y no en una experiencia tecnológica en relación
inmediata con el mundo material al estilo
moderno. De ahí su carácter, mezcla de ingenuidad y de genialidad al tratar algunas cuestiones.
El rigor ético al tratar de los principios
que han de servir de
referencia suprema en el comportamiento humano queda compensado por su realismo
práctico y comprensión de las debilidades humanas. También queda compensada la idea
inicial de la mujer. Sus
vacilaciones iniciales sobre la naturaleza
ontológica de la mujer respecto del hombre
fueron adquiriendo madurez y equilibrio en su pensamiento gracias en buena
parte a su convivencia personal con
la madre de su hijo y el influjo positivo recibido de su propia madre. Con la
primera descubrió la diferencia entre el amor sexual crudo y el amor personal y
responsable. Con la segunda aprendió a remontarse a la trascendencia de Dios
superando las penas y trabajos de este efímero mundo terrenal. No tiene reparos
en confesar su ignorancia sobre
cuestiones concretas importantes. Por ejemplo, cuando estudia la naturaleza del
alma humana. Esta evolución de su
pensamiento sobre la naturaleza de la mujer y la confesión sincera de sus dudas
sobre la naturaleza del alma humana constituyen un ejemplo de honestidad
intelectual digno de admiración. La
filosofía debe ser considerada como un elemento fundamental para hacer al
hombre más humano y a la sociedad más justa. Desde esta perspectiva el pensamiento de S. Agustín arroja un
balance global muy positivo,
especialmente por la trayectoria personal que le llevó, primero al encuentro con esa forma de saber superior, que
es la filosofía abierta a la transcendencia, y los valores que no se consumen con el tiempo. Lo mismo que los filósofos griegos, S.
Agustín consideró la reflexión filosófica esencial para el logro de la
felicidad humana, pero añadió como ingrediente indispensable la búsqueda y
encuentro personal con Dios tal cual se ha revelado en la persona de Cristo.
Esta convicción no fue el término de una investigación científica al estilo
moderno o de un razonamiento filosófico al estilo griego sino una opción vital
ante la fuente de todo ser y toda vida. Otros aspectos de la filosofía agustiniana
que cabe destacar, algunos de palpitante actualidad, son los siguientes.
En primer lugar, la honestidad intelectual
en la búsqueda dolorosa pero esperanzada de la verdad que da sentido a la vida
más allá del tiempo y del espacio. En
esa búsqueda de la verdad los errores y equivocaciones son también fuente de
sabiduría cuando los reconocemos y tratamos de corregir. El intelectual honesto
está siempre abierto a la verdad, venga de donde venga, convirtiendo los
errores propios en fuente de experiencia personal. Llama igualmente la atención
su actitud responsable y amorosa con la madre de su hijo y el esmero desplegado
en la educación del mismo. Todo hace pensar que ella fue una gran mujer de la
que S. Agustín conservó siempre un recuerdo amoroso y agradecido. Cabe pensar
que el clasismo social de la época fue un factor decisivo para que aquella
“pareja de hecho” no terminara en matrimonio normal. Le asaltaron las dudas
pero jamás cayó en la insensatez del escepticismo total. Tenía una conciencia
tan viva de la existencia personal que dudar de ella le resultaba
psicológicamente imposible. En consecuencia, entendió que había que buscarle el
sentido con el arma de la inteligencia sin desfallecer en el intento. ¡Y vive
Dios que lo consiguió!
En este empeño por encontrar el sentido
último de la vida llama mucho la atención la genialidad de S. Agustín, el cual,
careciendo de los conocimientos científicos de los que disponemos actualmente
sobre la biología humana, intuyó y afirmó categóricamente el carácter humano
del embrión desde el momento matemático de la fecundación del óvulo femenino
por el espermatozoide masculino. En el campo de la bioética esta intuición
genial es respaldada cada vez con más solidez por la ciencia moderna. Siempre
en este campo de los derechos humanos fundamentales S. Agustín arroja mucha luz
también sobre la pena de muerte como castigo legal. Estudié a fondo este
problema en sus escritos y llegué a la conclusión de que tal castigo contra los
delincuentes no cabía ni en la cabeza ni en el corazón de S. Agustín. Por otra
parte, el desarrollo de su teoría de las razones
seminales resulta muy sugerente para los científicos modernos de la
evolución siendo muy útil tenerla en cuenta para no caer en el reduccionismo
científico ni en la ingenuidad teológica.
Otro aspecto importante a destacar en la
filosofía de S. Agustín es el siguiente. En su producción literaria cabe
distinguir una fase netamente filosófica y otra teológica. Pero sería un error hacer coincidir su
filosofía con la fase filosófica y su teología con la teológica. Hay que
afirmar que sus escritos filosóficos representan el documento primario y
fundamental de su filosofía la cual no sufrió un cambio radical cuando los
intereses fundamentales del Hiponense empezaron a ser prioritaria y
decisivamente teológicos y no filosóficos. En los últimos libros de las Confesiones, por ejemplo, subyace un eco
lejano del platonismo y del maniqueísmo al confundir la memoria sensitiva con
la intelectiva, o cuando afirma la preexistencia de las ideas en la memoria,
cuya apología resulta también chocante para nuestra mentalidad moderna. Y más
aún cuando expone sus escrúpulos personales sobre el disfrute del placer
natural que brindan los sentidos y la propia inteligencia con el temor de sobrepasar
los límites estrictos del principio de necesidad. Leyendo esos libros de las Confesiones se tiene la impresión de que
todo disfrute de placer sensible es una tentación que hemos de vencer para no
desviarnos de la felicidad que sólo puede hallarse en Dios. En estos desahogos
místicos, en efecto, no han desaparecido totalmente los impactos recibidos del
platonismo y de las doctrinas maniqueas antes de su conversión y encuentro
personal con Dios. Este lastre neoplatónico y maniqueo no desaparece del todo en
la reflexión filosófica agustiniana a pesar de su ruptura incondicional con el
maniqueísmo de los años jóvenes y la refundición de la infraestructura mental
neoplatónica posterior con las enseñanzas teológicas de la revelación
cristiana.
Por último resulta grato destacar
también el valor humano y testimonial de Las
Confesiones como alabanza al Dios cristiano del amor y de la misericordia,
que está por encima de nuestras miserias humanas. Igualmente resulta edificante
el libro de las Retractaciones como
afirmación de la grandeza humana que significa el hecho de reconocer y asumir
la responsabilidad de los propios errores intelectuales eventualmente
cometidos. Gran cosa es aprender de los propios errores pero lo es más todavía
reconocerlos públicamente por propia iniciativa e intentar subsanarlos en la
medida de lo posible. Llama también mucho la atención la reflexión teológica
que hace S. Agustín en La ciudad de Dios.
Nos hallamos, sin duda, ante un tratado magistral de teología de la historia,
escrito desde el contexto social, político y religioso en el que le tocó vivir
al autor. No siempre escribimos sobre aquello que deseamos sino que las
circunstancias personales y sociales nos obligan a escribir sobre temas y
problemas que nunca habíamos imaginado antes. Pues bien, casi todos los
escritos de S. Agustín posteriores a su conversión al cristianismo fueron
motivados por circunstancias sociales y religiosas ajenas a sus proyectos e
intereses personales más preferidos. Y una reflexión final. Personalmente comprendo
que S. Agustín se explayara ampliamente hablando de las cualidades de su madre.
¿Por qué no se explayó igualmente hablando de las cualidades de su “mujer” y
madre de su hijo Adeodato? Éste murió muy pronto y aquella desapareció para
siempre de su entorno sin que nos dijera siquiera cómo se llamaba. ¿Fue acaso
este silencio la respuesta a un deseo expreso de ella? De haber sobrevivido el superdotado hijo
Adeodato a su padre y la querida e innominada joven a su gran amante, ¿qué nos
habrían dicho ambos del famoso Aurelio Agustín convertido al cristianismo y
elevado sorpresivamente a la dignidad de Obispo de Hipona? Por último,
recomiendo la lectura de la biografía de S. Agustín escrita por su amigo y
admirador Posidio para conocer mejor los rasgos más sobresalientes de la
personalidad humana del Hiponense.
3.
CRONOLOGIA AGUSTINIANA
AÑO352-353. Constancio, último superviviente de los hijos de Constantino, reconquista Italia y la Galia a Magencio.
354. Nacimiento de Agustín en Tagaste, el 13 de noviembre.
360-361. Juliano el Apóstata se proclama emperador en París.
361. Agustín en la escuela de
Tagaste.
363. Muerte de Juliano en Mesopotamia
a manos de los persas.
364. Valentiniano rechaza una nueva
invasión germana en la Galia. Cisma
rogatista.
365. Procopio usurpa el poder y
guerra contra los godos.
365-36. Agustín cursa los estudios secundarios de gramática en la escuela de Madaura.
369-370. Año
de ociosidad en Tagaste por dificultades económicas para continuar los estudios en Madaura.
370. En el otoño marcha a Cartago para realizar
estudios superiores con una beca de Romaniano.
371. Se enamora de una joven.
372. Nacimiento de su hijo Adeodato y muerte de su padre Patricio.
372-373.
Lectura del «Hortensius» y adhesión al maniqueísmo.
373-374. Vuelve a Tagaste como profesor.
374-383. Profesorado en Cartago, donde abre
una escuela de retórica.
379-382.
Teodosio entra en la escena política con Graciano.
383. Encuentro con Fausto el maniqueo
y desilusión por el maniqueísmo.
383-384. La revuelta de Máximo y la carestía en
Roma. Agustín se establece
en Roma como profesor de elocuencia.
384. En otoño es enviado como
profesor de retórica a Milán por el alcalde de Roma, Símaco.
385. Nombrado orador oficial,
pronuncia el panegírico ante el emperador Valentiniano II y el de Bautón. Luchas personales internas, y llegada de su madre Mónica a Milán.
386.
Encuentro con la filosofía
neoplatónica en el mes de junio. En el mes de julio conoció y leyó las cartas de S. Pablo.
Agosto: escena del jardín y conversión al cristianismo. Septiembre: vacaciones
anticipadas y retiro en la finca de Verecundo, en Casiciaco, cerca de Milán,
con su madre, su hijo
y algunos amigos. Otoño: Renuncia oficial a la cátedra.
387. Regreso a Milán hacia el 10 de marzo para prepararse al bautismo, que recibe de S.
Ambrosio la noche pascual del 24-25 de abril junto con su hijo Adeodato y Alipio. Abandona definitivamente Milán. Muerte de su madre en Ostia Tiberina. Se demora un año en Roma.
388.
Parte para África. Se detiene algún tiempo en Cartago y llega a Tagaste, donde funda un diversorium en su propia casa.
389. Muerte de su hijo Adeodato y de Nebridio.
391.
Febrero 24: Edicto general contra el
paganismo (Cod.
Theod. XVI, 10,10). Primavera: Vuelta a Hipona para
fundar un monasterio y ordenación sacerdotal. Vida monástica en Tagaste.
392. Muere Valentiniano II al que
sucede Eugenio. Polémica con Fortunato en las termas de Sosio, en Hipona, el 28 de agosto.
393.
Celebración del Sínodo de
Hipona. Agustín actúa como orador del mismo con una exposición sobre la fe y el credo.
394.
Concilio donatista de Bagai. En
junio, primer Concilio de Cartago.
395.
Muerte de Teodosio, al que
suceden Arcadio y Honorio. Agustín es designado para suceder al obispo Valeria
396.
Agustín es consagrado obispo auxiliar de
Valerio por el primado
de Numidia, Megalio. Asiste al Sínodo de
Cartago de este año. Muere el obispo Valerio y le sucede como titular de la diócesis de
Hipona.
395-398.
La revuelta gildoniana. En junio
y agosto del 397, los Concilios segundo y tercero de Cartago.
398. Derrota del conde Gildón y ejecución de Optato, obispo donatista de Tamugades.
399. Entrevista con Crispín, obispo donatista de Calama. Emisarios
imperiales ordenan el cierre de los templos paganos de África. El 27 de abril, cuarto Concilio
de Cartago.
401. Elección del Papa Inocencio I. En junio el quinto Concilio de Cartago y en septiembre el
sexto. Crispín, obispo donatista de Calama, es acusado de haber sido el responsable principal
del ataque contra Posidio. Los visigodos amenazan invadir Italia. Estilicón contiene el
avance. El emperador
Honorio se refugia en Rávena, que se convierte en la capital del Imperio de
Occidente. El conflicto con los donatistas se agrava progresivamente.
402.
Muerte del prefecto Símaco y viaje de
Agustín a Milevi para asistir
al séptimo Concilio.
403. Los donatistas hieren
gravemente al obispo católico de Bagai. En agosto el octavo Concilio de Cartago.
404. El obispo agredido de Bagai
marcha a Rávena a pedir protección imperial contra los donatistas.
Noveno Concilio de Cartago, en junio.
405. Edicto de unidad (12 de febrero) contra los donatistas (Cod. Theod. XVI, 5,8). El 23 de agosto décimo concilio
de Cartago.
406. La Galia es invadida por los vándalos.
407. Constantino III usurpa el poder. Undécimo Concilio en Tubursico.
408. Teodosio II emperador en
Oriente. En junio el duodécimo Concilio cartaginés.
En agosto, derrota de Estilicón. Revuelta de Calama con motivo de una procesión pagana. En octubre Alarico penetra en Italia. Decimotercer Concilio de Cartago.
409. Asedio de Roma por Alarico. Los donatistas
gozan de la tolerancia. Decimocuarto
Concilio de Cartago y vuelta de Macrobio, obispo donatista, a Hipona.
410. En junio decimoquinto Concilio de Cartago, y
el 18 de agosto saqueo de Roma por las huestes de Alarico, rey de los godos. Prófugos romanos se refugian en África. Pelagio huye de Roma y pasa por Hipona.
411. El 18 de mayo llega a Cartago la comisión
donatista para celebrar la borrascosa Collatio entre católicos y donatistas, que tuvo lugar el 8 de
junio en las termas de Gargilio. Comienza
la polémica anti- pelagiana.
412. Edicto contra los donatistas el 30 de enero.
413. Revuelta de Heracliano. El 13 de noviembre Marcelino muere ejecutado.
414. Paulo Orosio, sacerdote español,
llega a Hipona para consultar a Agustín,
que le comisiona para ir a Palestina el 415 con motivo de la cuestión pelagiana.
417. Elección del Papa Zósimo y carta a los obispos
africanos.
418. Agustín en el decimosexto
Concilio de Cartago y muerte del Papa Zósimo.
El 29 de diciembre es elegido su sucesor, Bonifacio.
419. Agustín en el decimoséptimo
Concilio de Cartago, en el que
se discute la cuestión del sacerdote
Apiario.
420. Gaudencio de Tamugades amenaza
con quemarse vivo junto con sus fieles
y pegar fuego a la basílica con ocasión de la llegada del emisario imperial Dulcidio.
421. Investigación sobre los maniqueos en Cartago y decimoctavo Concilio cartaginés.
422. Muerte del Papa Bonifacio y elección del Papa Celestino.
423. La cuestión de Antonio de Fusala.
425. Valentiniano III, emperador de Occidente. El escándalo de Hipona.
426. Agustín designa a
Heraclio para sucederle en la sede de Hipona.
427. Revuelta de Bonifacio.
428. Conferencia con el obispo arriano Maximino.
429. Los vándalos, a las órdenes de Genserico, pasan de España a África e invaden la
Numidia.
430. La Numidia es saqueada por los vándalos. El 28 de agosto, muerte de Agustín durante el asedio de Hipona.
Sus restos mortales son depositados en la
basílica de la Paz.
504. Los restos mortales de Agustín son trasladados a Calgliari en Cerdeña.
722. Luitprando hace trasladar los restos mortales a Pavía, a la basílica de S. Pedro in Ciel d'Oro.
1832. Los restos mortales de S. Agustín son sacados de la basílica y trasladados a la catedral de Pavía.
1900. Los restos mortales de S. Agustín son
devueltos a la basílica de S. Pedro
in Ciel d'Oro, donde reposan actualmente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)